/ sábado 18 de junio de 2022

Un papá presente

Acabamos de hacer un estudio de reconocimiento de necesidades en un fraccionamiento de nuestra entidad y la administradora nos dijo: “Aquí el ochenta por ciento son familias donde la mamá es cabeza de familia”. En México tenemos un gran porcentaje de madres solteras, porque un montón de hombres literalmente “se han borrado del mapa

Tenemos un montón de hijos que, a pesar de tener un padre en la casa, no han experimentado la cercanía que necesitaban para forjar su identidad masculina en todo el sentido de la palabra. “La misma Luna” es una película taquillera con grandes actores mexicanos que ilustra, entre otras cosas, uno de los flagelos de la realidad familiar en nuestro país: El padre ausente.

Si existe alguien con quien tenemos una deuda de honra los cristianos es con José, el papá terrenal de Jesús de Nazareth. En el evangelio de Lucas, único registro de la infancia de Jesús, encontramos una y otra vez a José presente en la vida de Jesús: desde el nacimiento, cobijando al niño y a su madre en el pesebre en Belén. Viajando juntos en un burrito huyendo a Egipto, asombrándose de las palabras de Simeón cuando es presentado en el templo conforme al rito de la purificación y hasta cuando después de perderlo de vista, regresan a Jerusalén para encontrarlo enseñando a los rabinos con apencas doce años.

A los treinta años Jesús era conocido como “el hijo de José” de quien había aprendido el oficio de carpintero. Aún y cuando no fue el padre biológico, José es un padre presente en la vida de nuestro Señor, un modelo a seguir.

Querido papá: Ser progenitor no te hace papá. Eso es sólo el comienzo. También está la protección frente al peligro, la provisión de sus necesidades y la promoción de sus sueños, todo lo cual no puede suceder si no estamos ahí presentes. Acompañándoles para sostenerles, facilitarles e impulsarles, pero también para corregirles. Cambiemos los pañales del niño o de la niña, eso no nos hace menos hombres. Pasemos una noche en vela cuando tenga temperatura. Juguemos al futbol o al voley con ellos o al menos vayamos a echarles porras cuando lo hagan. Salgamos en la foto de su graduación, no dejemos que ese lugar esté vacío. Lloremos con ellos, riamos con ellos. Sintamos su frustración sin juzgarles y disfrutemos sus logros como si fueran nuestros. Entremos en su mundo. Nunca es demasiado tarde.

Seamos como José, “un papá presente”.

leonardolombar@gmail.com


Acabamos de hacer un estudio de reconocimiento de necesidades en un fraccionamiento de nuestra entidad y la administradora nos dijo: “Aquí el ochenta por ciento son familias donde la mamá es cabeza de familia”. En México tenemos un gran porcentaje de madres solteras, porque un montón de hombres literalmente “se han borrado del mapa

Tenemos un montón de hijos que, a pesar de tener un padre en la casa, no han experimentado la cercanía que necesitaban para forjar su identidad masculina en todo el sentido de la palabra. “La misma Luna” es una película taquillera con grandes actores mexicanos que ilustra, entre otras cosas, uno de los flagelos de la realidad familiar en nuestro país: El padre ausente.

Si existe alguien con quien tenemos una deuda de honra los cristianos es con José, el papá terrenal de Jesús de Nazareth. En el evangelio de Lucas, único registro de la infancia de Jesús, encontramos una y otra vez a José presente en la vida de Jesús: desde el nacimiento, cobijando al niño y a su madre en el pesebre en Belén. Viajando juntos en un burrito huyendo a Egipto, asombrándose de las palabras de Simeón cuando es presentado en el templo conforme al rito de la purificación y hasta cuando después de perderlo de vista, regresan a Jerusalén para encontrarlo enseñando a los rabinos con apencas doce años.

A los treinta años Jesús era conocido como “el hijo de José” de quien había aprendido el oficio de carpintero. Aún y cuando no fue el padre biológico, José es un padre presente en la vida de nuestro Señor, un modelo a seguir.

Querido papá: Ser progenitor no te hace papá. Eso es sólo el comienzo. También está la protección frente al peligro, la provisión de sus necesidades y la promoción de sus sueños, todo lo cual no puede suceder si no estamos ahí presentes. Acompañándoles para sostenerles, facilitarles e impulsarles, pero también para corregirles. Cambiemos los pañales del niño o de la niña, eso no nos hace menos hombres. Pasemos una noche en vela cuando tenga temperatura. Juguemos al futbol o al voley con ellos o al menos vayamos a echarles porras cuando lo hagan. Salgamos en la foto de su graduación, no dejemos que ese lugar esté vacío. Lloremos con ellos, riamos con ellos. Sintamos su frustración sin juzgarles y disfrutemos sus logros como si fueran nuestros. Entremos en su mundo. Nunca es demasiado tarde.

Seamos como José, “un papá presente”.

leonardolombar@gmail.com