/ viernes 13 de septiembre de 2019

El Sol en perspectiva

La solución

Para nadie es desconocido el hecho de que en nuestro llamado sistema democrático, los partidos políticos atraviesan por una profunda crisis. Es esta una crisis de cara al ámbito exterior de dichas instituciones pero que apunta también hacia sus propios espacios internos.

En efecto, en el ánimo general de los ciudadanos, los partidos han dejado de tener significado alguno, en el sentido de representar tales organismos la función para la que fueron creados, es decir, para servir como herramientas y medios eficaces adecuados al propósito de favorecer y perfeccionar sistemáticamente el ejercicio responsable, ponderado y cívico de nuestra población, respecto de la democracia, -tal y como ésta última se define y se prescribe en nuestra Constitución-, así como para auspiciar y promover en todos los casos de los juegos del poder…la cultura política y el encuentro civil, equilibrado y justo de las opiniones y de los intereses divergentes de los individuos y los grupos involucrados en los distintos aspectos de la vida pública que tienen que ver con los deberes y las tareas que se suponen en el desempeño de la autoridad desde las funciones del gobierno.

Lejos de cumplir con la esencial misión de representar la voluntad popular de sus agremiados, militantes o simpatizantes, o de velar por el cumplimiento de los deberes jurídicos y políticos que están implícitos en el funcionamiento del Estado de Derecho en relación con las luchas y las contiendas que necesariamente tienen que producirse dentro de las competencias políticas que van surgiendo entre los grupos de interés, cuándo se trata de lograr ventajas en los peregrinos trayectos hacia las posiciones de mando en las esferas de la administración pública…los partidos políticos tradicionales en nuestro sistema, constituidos en baluartes de minorías burocráticas, han dado la espalda a la materia contendiente de tipo popular que fue su razón teórica de ser, y se han alejado de los intereses ciudadanos que les dieron origen.

El resultado: Su eclipse electoral; su desaparición total o parcial en el dilatado espacio de la confianza general, por la interposición de un organismo emergente, Morena; y carencia total de substancia política sólida y solvente para poder perdurar con presencia y fuerza, en la simpatía ciudadana. Esto de cara hacia su campo exterior.

Hacia el interior, nuestros partidos políticos también ofrecen el flanco a sus debilidades orgánicas. Por ejemplo, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) realiza el proceso de su renovación dirigente a nivel nacional a través de un procedimiento que quedó muy lejos de las prácticas y los usos democráticos más elementales.

Al más tradicional de sus estilos, el PRI no abandonó sus acostumbrados cauces. Siguió imponiendo la voluntad de los pequeños grupos a la opinión, la voluntad y la participación de sus grupos de interés de carácter plural, y dejando de este modo en suspenso, sus expectativas de recuperación y revancha electoral y orgánica, por lo menos con la vista puesta en el futuro próximo.

En el Partido Acción Nacional (PAN), nadie podrá afirmar, sin mentir, que soplan vientos de auténtica renovación. Sus dirigentes distan mucho de haber avenido las pugnas que aún existen entre los distintos ocupantes de anteriores plazas y enclaves de posiciones pragmáticas e ideológicas partidistas y de la Administración Pública, y el encogimiento de los ánimos es evidente en la dinámica política de la Institución.

Queda por otra parte, muy poco ímpetu y muy pocos personajes de aquél PRD original que nació como un movimiento de protesta en el interior del PRI, precisamente a causa de la práctica tradicional del partido tricolor en la imposición de sus dirigencias y en su selección de candidatos a puestos públicos más su inconsistencia ideológica que alejaban cada vez más a la institución, del catálogo social, político y jurídico, de la Revolución Mexicana.

Podría preverse, por otra parte, que al Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), le esperan tiempos de difícil administración y gobierno en la medida en la que se avizoran dos distintas corrientes de opinión en lo que hace al futuro del instituto. Una que atiende al propósito de conservar una dependencia leal y absoluta respecto de la figura presidencial, en la que asienta la personalidad de su Líder natural, y otra, que propone, una cierta independencia, con respecto del titular del ejecutivo federal, sobre todo en lo que corresponde a la determinación del futuro del organismo y a la determinación de su autonomía para la selección de su propio personal político, en los futuros acontecimientos de tipo electoral.

Debe decirse que es explicable y resulta ser hasta cierto punto natural que en el interior de éstas instituciones se provea como necesaria e inmediata, la competencia personal por las posiciones concretas dentro de la estructura de la administración pública formal. El interés y la ambición humana, sobre el particular, son, desde luego legítimos.

Pero acaso resulte válida y necesaria una reflexión ciudadana para demandar y exigir de los partidos, antes que ninguna otra preocupación, un trabajo sistemático racional y válido para depurar el carácter, la organización y el estilo de su quehacer, supuesta la responsabilidad jurídica, social y política que estas instituciones tienen en el progreso y el adelanto de nuestra vida política.

-Repensar los partidos- es la solución. Todo lo demás, vendrá como consecuencia.

La solución

Para nadie es desconocido el hecho de que en nuestro llamado sistema democrático, los partidos políticos atraviesan por una profunda crisis. Es esta una crisis de cara al ámbito exterior de dichas instituciones pero que apunta también hacia sus propios espacios internos.

En efecto, en el ánimo general de los ciudadanos, los partidos han dejado de tener significado alguno, en el sentido de representar tales organismos la función para la que fueron creados, es decir, para servir como herramientas y medios eficaces adecuados al propósito de favorecer y perfeccionar sistemáticamente el ejercicio responsable, ponderado y cívico de nuestra población, respecto de la democracia, -tal y como ésta última se define y se prescribe en nuestra Constitución-, así como para auspiciar y promover en todos los casos de los juegos del poder…la cultura política y el encuentro civil, equilibrado y justo de las opiniones y de los intereses divergentes de los individuos y los grupos involucrados en los distintos aspectos de la vida pública que tienen que ver con los deberes y las tareas que se suponen en el desempeño de la autoridad desde las funciones del gobierno.

Lejos de cumplir con la esencial misión de representar la voluntad popular de sus agremiados, militantes o simpatizantes, o de velar por el cumplimiento de los deberes jurídicos y políticos que están implícitos en el funcionamiento del Estado de Derecho en relación con las luchas y las contiendas que necesariamente tienen que producirse dentro de las competencias políticas que van surgiendo entre los grupos de interés, cuándo se trata de lograr ventajas en los peregrinos trayectos hacia las posiciones de mando en las esferas de la administración pública…los partidos políticos tradicionales en nuestro sistema, constituidos en baluartes de minorías burocráticas, han dado la espalda a la materia contendiente de tipo popular que fue su razón teórica de ser, y se han alejado de los intereses ciudadanos que les dieron origen.

El resultado: Su eclipse electoral; su desaparición total o parcial en el dilatado espacio de la confianza general, por la interposición de un organismo emergente, Morena; y carencia total de substancia política sólida y solvente para poder perdurar con presencia y fuerza, en la simpatía ciudadana. Esto de cara hacia su campo exterior.

Hacia el interior, nuestros partidos políticos también ofrecen el flanco a sus debilidades orgánicas. Por ejemplo, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) realiza el proceso de su renovación dirigente a nivel nacional a través de un procedimiento que quedó muy lejos de las prácticas y los usos democráticos más elementales.

Al más tradicional de sus estilos, el PRI no abandonó sus acostumbrados cauces. Siguió imponiendo la voluntad de los pequeños grupos a la opinión, la voluntad y la participación de sus grupos de interés de carácter plural, y dejando de este modo en suspenso, sus expectativas de recuperación y revancha electoral y orgánica, por lo menos con la vista puesta en el futuro próximo.

En el Partido Acción Nacional (PAN), nadie podrá afirmar, sin mentir, que soplan vientos de auténtica renovación. Sus dirigentes distan mucho de haber avenido las pugnas que aún existen entre los distintos ocupantes de anteriores plazas y enclaves de posiciones pragmáticas e ideológicas partidistas y de la Administración Pública, y el encogimiento de los ánimos es evidente en la dinámica política de la Institución.

Queda por otra parte, muy poco ímpetu y muy pocos personajes de aquél PRD original que nació como un movimiento de protesta en el interior del PRI, precisamente a causa de la práctica tradicional del partido tricolor en la imposición de sus dirigencias y en su selección de candidatos a puestos públicos más su inconsistencia ideológica que alejaban cada vez más a la institución, del catálogo social, político y jurídico, de la Revolución Mexicana.

Podría preverse, por otra parte, que al Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), le esperan tiempos de difícil administración y gobierno en la medida en la que se avizoran dos distintas corrientes de opinión en lo que hace al futuro del instituto. Una que atiende al propósito de conservar una dependencia leal y absoluta respecto de la figura presidencial, en la que asienta la personalidad de su Líder natural, y otra, que propone, una cierta independencia, con respecto del titular del ejecutivo federal, sobre todo en lo que corresponde a la determinación del futuro del organismo y a la determinación de su autonomía para la selección de su propio personal político, en los futuros acontecimientos de tipo electoral.

Debe decirse que es explicable y resulta ser hasta cierto punto natural que en el interior de éstas instituciones se provea como necesaria e inmediata, la competencia personal por las posiciones concretas dentro de la estructura de la administración pública formal. El interés y la ambición humana, sobre el particular, son, desde luego legítimos.

Pero acaso resulte válida y necesaria una reflexión ciudadana para demandar y exigir de los partidos, antes que ninguna otra preocupación, un trabajo sistemático racional y válido para depurar el carácter, la organización y el estilo de su quehacer, supuesta la responsabilidad jurídica, social y política que estas instituciones tienen en el progreso y el adelanto de nuestra vida política.

-Repensar los partidos- es la solución. Todo lo demás, vendrá como consecuencia.

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