/ miércoles 29 de mayo de 2019

La CIA y su bendita ancianidad

Muy lejos y lejanos quedaron los días en que la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de los Estados Unidos de Norteamérica, desestabilizaba o derrocaba gobiernos en partes del mundo donde veían dinero o que por su ubicación consideraban esas tierras como estratégicas para extender o conservar su poderío en el mundo y les permitía su intromisión.

Si usted se ha conmovido por los lloriqueos de Trump y sus comparsas de que la gente de Venezuela se muere de sed, de hambre o de enfermedad, permítame decirle mío caro que al cabeza hueca y de zanahoria Donaldo, le importa un soberano comino eso; el loco presidente y sus seguidores se mueren por el petróleo del país sudamericano con todas sus riquezas.

Cuando el barbado Marx enseñó al mundo el resultado de sus estudios y descubrió el comunismo, el mundo ideológica, económica, política, sociológica, religiosa, geográfica y geométricamente se dividió en dos: izquierda y derecha; proletariado y capital; trabajadores y burgueses; pobres y ricos o explotados y explotadores.

Los seguidores de ambas vertientes despliegan acciones para subir a la cúspide y defender sus posturas. A lo largo de estas décadas quedó de manifiesto que los gringos como todos los políticos, no tienen amigos, tienen intereses; no gastan, invierten.

Así, el mundo está dividido en dos, derecha e izquierda. Por antonomasia, la primera está representada por la Unión Americana y la segunda por Rusia y China. De éstos, sus seguidores en América Latina serían Bolivia y Venezuela. Excluimos a Daniel Ortega que cayó en los excesos que combatió un día y se ha convertido en un sátrapa que a la usanza de los alienados dictadores sostiene a su esposa como vicepresidenta.

Luego, desde el ángulo ideológico importa que Maduro conserve el poder para no volver a los cincuenta, cuando América Latina era gobernada por el gorilato, por nefandos personajes que tenían la bota en el cuello de los súbditos.

Que Maduro se parece a Javier Alatorre; que cae gordo; que imita a Chávez y lo ve encarnado en un alegre, cantarín y juguetón pajarillo, no lo dudamos, pero representa por ahora la dignidad de la América que elude el yugo gabacho y particularmente a Trump que ha desbordado los cánones, el protocolo, la civilidad y la urbanidad de la diplomacia. Antes se observaban las formas y el fondo. Trump es un palurdo, un mentecato, un barbaján, igualado sólo por el peor presidente de la junta municipal o don Perpetuo del Rosal, el personaje que Rius inventó para Los supermachos.

Como profesional del Derecho he vivido experiencias varias y tengo la convicción de que el derecho familiar es el más conflictivo; es el que enciende o apaga la pasión humana. Cuantas familias no se han desgarrado, destruido, aniquilado por herencias; cuantos matrimonios no han llegado al crimen, al asesinato. Esta rama en mi concepto es la más difícil y existe una razón.

Aquí imperan las pasiones, sensaciones, sentimientos de sus integrantes. Cuántos divorcios están a punto de consumarse, a punto de dictar sentencia después de convulsivos, azarosos y violentos procedimientos, más repentinamente marido y mujer se reconcilian dejando en sus respectivas familias rencores, sinsabores, rencillas y vendetas.

Alguna vez habrá sido testigo de cómo su vecino casi mata a la cónyuge y emulando al llanero solitario, como buen samaritano acude en auxilio de la pobre mujer que yacente en el suelo se desangra. Encara o golpea al agresor, cuando súbitamente es detenido por la hembra que le reprocha y le pide no meterse en lo que no le importa y que si acaso le pega es por el amor que le tiene.

México acaba de pasar por una etapa que es ejemplo a nivel mundial. Enterró ochenta años de una dictadura que en su momento dijeron enarbolaba las mejores causas populares. En la pasarela desfilaron primero los militares, luego los políticos, enseguida los demagogos, después los tecnócratas y en forma reciente los panistas y de todos no se hizo uno.

Sin llegar a las armas, a la violencia, a la anarquía le dieron la oportunidad a uno que el concierto internacional califica de izquierda y pregona la cuarta transformación que por ahora no está de todo , cuando dice combatir la corrupción; pero la corrupción sigue igual o peor en los estados.

Así pues, como en las mejores familias, que los venezolanos diriman sus diferencias por la vía democrática como lo hizo México. Está por demás claro que Guaidó, presunto redentor del país bolivariano, es un títere de la CIA, de Trump; hasta ahora han fallado todas las estratagemas para derrocar a Maduro, lo que nos lleva a una conclusión: O la CIA está utilizando sus anticuados, obsoletos métodos y por eso arcaicos. Como dice la sabiduría popular: La CIA ya dio el viejazo, ya dio todo lo que tenía que dar. ¡Dios, así lo quiera!

Muy lejos y lejanos quedaron los días en que la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de los Estados Unidos de Norteamérica, desestabilizaba o derrocaba gobiernos en partes del mundo donde veían dinero o que por su ubicación consideraban esas tierras como estratégicas para extender o conservar su poderío en el mundo y les permitía su intromisión.

Si usted se ha conmovido por los lloriqueos de Trump y sus comparsas de que la gente de Venezuela se muere de sed, de hambre o de enfermedad, permítame decirle mío caro que al cabeza hueca y de zanahoria Donaldo, le importa un soberano comino eso; el loco presidente y sus seguidores se mueren por el petróleo del país sudamericano con todas sus riquezas.

Cuando el barbado Marx enseñó al mundo el resultado de sus estudios y descubrió el comunismo, el mundo ideológica, económica, política, sociológica, religiosa, geográfica y geométricamente se dividió en dos: izquierda y derecha; proletariado y capital; trabajadores y burgueses; pobres y ricos o explotados y explotadores.

Los seguidores de ambas vertientes despliegan acciones para subir a la cúspide y defender sus posturas. A lo largo de estas décadas quedó de manifiesto que los gringos como todos los políticos, no tienen amigos, tienen intereses; no gastan, invierten.

Así, el mundo está dividido en dos, derecha e izquierda. Por antonomasia, la primera está representada por la Unión Americana y la segunda por Rusia y China. De éstos, sus seguidores en América Latina serían Bolivia y Venezuela. Excluimos a Daniel Ortega que cayó en los excesos que combatió un día y se ha convertido en un sátrapa que a la usanza de los alienados dictadores sostiene a su esposa como vicepresidenta.

Luego, desde el ángulo ideológico importa que Maduro conserve el poder para no volver a los cincuenta, cuando América Latina era gobernada por el gorilato, por nefandos personajes que tenían la bota en el cuello de los súbditos.

Que Maduro se parece a Javier Alatorre; que cae gordo; que imita a Chávez y lo ve encarnado en un alegre, cantarín y juguetón pajarillo, no lo dudamos, pero representa por ahora la dignidad de la América que elude el yugo gabacho y particularmente a Trump que ha desbordado los cánones, el protocolo, la civilidad y la urbanidad de la diplomacia. Antes se observaban las formas y el fondo. Trump es un palurdo, un mentecato, un barbaján, igualado sólo por el peor presidente de la junta municipal o don Perpetuo del Rosal, el personaje que Rius inventó para Los supermachos.

Como profesional del Derecho he vivido experiencias varias y tengo la convicción de que el derecho familiar es el más conflictivo; es el que enciende o apaga la pasión humana. Cuantas familias no se han desgarrado, destruido, aniquilado por herencias; cuantos matrimonios no han llegado al crimen, al asesinato. Esta rama en mi concepto es la más difícil y existe una razón.

Aquí imperan las pasiones, sensaciones, sentimientos de sus integrantes. Cuántos divorcios están a punto de consumarse, a punto de dictar sentencia después de convulsivos, azarosos y violentos procedimientos, más repentinamente marido y mujer se reconcilian dejando en sus respectivas familias rencores, sinsabores, rencillas y vendetas.

Alguna vez habrá sido testigo de cómo su vecino casi mata a la cónyuge y emulando al llanero solitario, como buen samaritano acude en auxilio de la pobre mujer que yacente en el suelo se desangra. Encara o golpea al agresor, cuando súbitamente es detenido por la hembra que le reprocha y le pide no meterse en lo que no le importa y que si acaso le pega es por el amor que le tiene.

México acaba de pasar por una etapa que es ejemplo a nivel mundial. Enterró ochenta años de una dictadura que en su momento dijeron enarbolaba las mejores causas populares. En la pasarela desfilaron primero los militares, luego los políticos, enseguida los demagogos, después los tecnócratas y en forma reciente los panistas y de todos no se hizo uno.

Sin llegar a las armas, a la violencia, a la anarquía le dieron la oportunidad a uno que el concierto internacional califica de izquierda y pregona la cuarta transformación que por ahora no está de todo , cuando dice combatir la corrupción; pero la corrupción sigue igual o peor en los estados.

Así pues, como en las mejores familias, que los venezolanos diriman sus diferencias por la vía democrática como lo hizo México. Está por demás claro que Guaidó, presunto redentor del país bolivariano, es un títere de la CIA, de Trump; hasta ahora han fallado todas las estratagemas para derrocar a Maduro, lo que nos lleva a una conclusión: O la CIA está utilizando sus anticuados, obsoletos métodos y por eso arcaicos. Como dice la sabiduría popular: La CIA ya dio el viejazo, ya dio todo lo que tenía que dar. ¡Dios, así lo quiera!