/ viernes 19 de julio de 2019

Recordar y celebrar a Mandela

“Lo más fácil es romper y destruir. Los héroes son los que firman la paz y construyen”.- Nelson Mandela

El 18 de julio de cada año se celebra el Día Internacional de Nelson Mandela como una iniciativa de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para no sólo conmemorar el nacimiento de esta celebridad mundial sino para propiciar cambios positivos a nivel comunitario y forjar un mundo mejor.

Fue en noviembre de 2009 cuando la Asamblea General de la ONU proclamó este día como un reconocimiento a la contribución hecha por el ex presidente sudafricano a la cultura de la paz, la libertad y los derechos humanos; en efecto, en la resolución 64/13 de la referida Asamblea General se reconoce “la larga trayectoria de Nelson Rolihlahla Mandela como líder y promotor de la lucha por la liberación y la unidad de África, y su excepcional contribución a la creación de una Sudáfrica no racial, no sexista y democrática”.

Se reconocen también “los valores de Nelson Mandela y su dedicación al servicio de la humanidad a través de su labor humanitaria en los ámbitos de la solución de conflictos, las relaciones interraciales, la promoción y protección de los derechos humanos, la reconciliación, la igualdad entre los géneros, los derechos de los niños y otros grupos vulnerables, y la defensa de las comunidades pobres y subdesarrolladas”, así como la contribución de este personaje “a la lucha por la democracia a nivel internacional y a la promoción de una cultura de paz en todo el mundo”. Como es dable apreciar a simple vista, se trata de una obra inspiradora en todos los ámbitos posibles.

Mandela nació el 18 de julio de 1918 en Mvezo, Sudáfrica. Desde su juventud se caracterizó por su vocación política y por su afiliación a algunos grupos y colectivos con incidencia en la vida pública africana, lo cual lo llevaría a ser privado injustamente de su libertad.

A mediados del siglo pasado lanzó la campaña “Defiance” (Rebeldía), esfuerzo masivo de desobediencia civil contra las leyes injustas. Se le acusó por traición en el tramo 1956-1961, para después viajar por otros lugares de África e igualmente por Europa. Se le condenó a cadena perpetua, para salir finalmente de la cárcel en 1990. Recibió el Premio Nobel de la Paz en 1993 y en 1994 fue el primer presidente electo democráticamente en su país natal. Murió en Johannesburgo a los 95 años.

Su pensamiento habla por sí solo. “Nuestra marcha hacia la libertad es irreversible. No debemos dejar que el temor se interponga en nuestro camino”, afirmaba no sólo por haber vivido en carne propia un encarcelamiento ilegítimo sino por el régimen de desigualdad, opresión y anti-libertario que supuso el apartheid sudafricano, ese ominoso y lamentable sistema de segregación que por mucho tiempo separó a las personas por motivos raciales. Sin la aportación de Mandela difícilmente se hubiera llegado a un buen puerto por lo que respecta a su disolución.

Las enseñanzas de este terrible episodio deben ser permanentes y seguirse edificando de cara al futuro cercano, pues queda claro que cada mujer, cada hombre, cada persona, vale exactamente lo mismo que los demás. Nada más, evidentemente, pero nada menos.

En otro orden de ideas, el compromiso de Mandela con la juventud, las niñas, niños y adolescentes quedaba plasmado cuando señalaba que “no hay algo que revele con más claridad el alma de una sociedad que la manera en que trata a sus niños”. De la juventud deben gestarse las armas de pensamiento no sólo para el día de hoy sino para el mañana. Las niñas, niños y adolescentes son un grupo prioritario que debe potenciarse en todo sentido, a cada momento.

“La eliminación de la pobreza no es un gesto de caridad. Es un acto de justicia. Es la protección de un derecho humano fundamental, el derecho a la dignidad y a una vida decente”. Por virtud de esta frase Mandela reafirmaba su interés en desterrar la pobreza como uno de los fenómenos más lacerantes para mujeres y hombres, a sabiendas de que en el continente del cual fue oriundo, esa pobreza ha sido uno de los principales obstáculos para el desarrollo en todos sus términos.

Con pobreza, hay hambre, delincuencia, proliferación de conductas antisociales. Sin pobreza, hay alimentación nutritiva, suficiente y de calidad, educación para todas y todos y la posibilidad de un desarrollo pleno, tanto en lo económico, como en lo social y en lo cultural.

“La libertad no se puede lograr a menos que las mujeres hayan sido emancipadas de toda forma de opresión”. Qué mejor manera de cerrar este artículo -que es también una suerte de tributo y homenaje a la vida y obra de un luchador social extraordinario- que con esta reflexión, en la cual se alcanza a ver con claridad meridiana que la libertad fue siempre el gran objetivo de Mandela. Habiendo libertad, lo demás depende de nosotros. Que viva el gran Nelson.

“Lo más fácil es romper y destruir. Los héroes son los que firman la paz y construyen”.- Nelson Mandela

El 18 de julio de cada año se celebra el Día Internacional de Nelson Mandela como una iniciativa de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para no sólo conmemorar el nacimiento de esta celebridad mundial sino para propiciar cambios positivos a nivel comunitario y forjar un mundo mejor.

Fue en noviembre de 2009 cuando la Asamblea General de la ONU proclamó este día como un reconocimiento a la contribución hecha por el ex presidente sudafricano a la cultura de la paz, la libertad y los derechos humanos; en efecto, en la resolución 64/13 de la referida Asamblea General se reconoce “la larga trayectoria de Nelson Rolihlahla Mandela como líder y promotor de la lucha por la liberación y la unidad de África, y su excepcional contribución a la creación de una Sudáfrica no racial, no sexista y democrática”.

Se reconocen también “los valores de Nelson Mandela y su dedicación al servicio de la humanidad a través de su labor humanitaria en los ámbitos de la solución de conflictos, las relaciones interraciales, la promoción y protección de los derechos humanos, la reconciliación, la igualdad entre los géneros, los derechos de los niños y otros grupos vulnerables, y la defensa de las comunidades pobres y subdesarrolladas”, así como la contribución de este personaje “a la lucha por la democracia a nivel internacional y a la promoción de una cultura de paz en todo el mundo”. Como es dable apreciar a simple vista, se trata de una obra inspiradora en todos los ámbitos posibles.

Mandela nació el 18 de julio de 1918 en Mvezo, Sudáfrica. Desde su juventud se caracterizó por su vocación política y por su afiliación a algunos grupos y colectivos con incidencia en la vida pública africana, lo cual lo llevaría a ser privado injustamente de su libertad.

A mediados del siglo pasado lanzó la campaña “Defiance” (Rebeldía), esfuerzo masivo de desobediencia civil contra las leyes injustas. Se le acusó por traición en el tramo 1956-1961, para después viajar por otros lugares de África e igualmente por Europa. Se le condenó a cadena perpetua, para salir finalmente de la cárcel en 1990. Recibió el Premio Nobel de la Paz en 1993 y en 1994 fue el primer presidente electo democráticamente en su país natal. Murió en Johannesburgo a los 95 años.

Su pensamiento habla por sí solo. “Nuestra marcha hacia la libertad es irreversible. No debemos dejar que el temor se interponga en nuestro camino”, afirmaba no sólo por haber vivido en carne propia un encarcelamiento ilegítimo sino por el régimen de desigualdad, opresión y anti-libertario que supuso el apartheid sudafricano, ese ominoso y lamentable sistema de segregación que por mucho tiempo separó a las personas por motivos raciales. Sin la aportación de Mandela difícilmente se hubiera llegado a un buen puerto por lo que respecta a su disolución.

Las enseñanzas de este terrible episodio deben ser permanentes y seguirse edificando de cara al futuro cercano, pues queda claro que cada mujer, cada hombre, cada persona, vale exactamente lo mismo que los demás. Nada más, evidentemente, pero nada menos.

En otro orden de ideas, el compromiso de Mandela con la juventud, las niñas, niños y adolescentes quedaba plasmado cuando señalaba que “no hay algo que revele con más claridad el alma de una sociedad que la manera en que trata a sus niños”. De la juventud deben gestarse las armas de pensamiento no sólo para el día de hoy sino para el mañana. Las niñas, niños y adolescentes son un grupo prioritario que debe potenciarse en todo sentido, a cada momento.

“La eliminación de la pobreza no es un gesto de caridad. Es un acto de justicia. Es la protección de un derecho humano fundamental, el derecho a la dignidad y a una vida decente”. Por virtud de esta frase Mandela reafirmaba su interés en desterrar la pobreza como uno de los fenómenos más lacerantes para mujeres y hombres, a sabiendas de que en el continente del cual fue oriundo, esa pobreza ha sido uno de los principales obstáculos para el desarrollo en todos sus términos.

Con pobreza, hay hambre, delincuencia, proliferación de conductas antisociales. Sin pobreza, hay alimentación nutritiva, suficiente y de calidad, educación para todas y todos y la posibilidad de un desarrollo pleno, tanto en lo económico, como en lo social y en lo cultural.

“La libertad no se puede lograr a menos que las mujeres hayan sido emancipadas de toda forma de opresión”. Qué mejor manera de cerrar este artículo -que es también una suerte de tributo y homenaje a la vida y obra de un luchador social extraordinario- que con esta reflexión, en la cual se alcanza a ver con claridad meridiana que la libertad fue siempre el gran objetivo de Mandela. Habiendo libertad, lo demás depende de nosotros. Que viva el gran Nelson.