/ jueves 20 de diciembre de 2018

Universidad y ciudadanía

“La cultura es el ejercicio profundo de la identidad”.- Julio Cortázar

La administración educativa asume nuevos derroteros que van de la mano con los nuevos paradigmas de los procesos de aprendizaje, por virtud de los cuales las nuevas competencias y destrezas de los estudiantes deben ser, igualmente, competencias y destrezas de índole social.

En esta nueva entrega de “Universidad y ciudadanía” hablaremos sobre la noción de Universidad como institución pero igualmente como colectivo de ideales, esfuerzos, actitudes, comportamientos y valores que debe proyectarse hacia el futuro pero mirando siempre el presente.

Una Universidad que no trabaje en estos aspectos torales difícilmente podrá insertarse en la ruta de la globalización, el cosmopolitismo y el Estado constitucional y democrático de Derecho del siglo XXI. En definitiva, sólo las Universidades abiertas al tiempo y conscientes de su responsabilidad histórica pueden subsistir ante los retos que plantea la contemporaneidad.

La institucionalidad de una Universidad es fundamental en la configuración de la vida pública. Las Universidades hoy en día no sólo son modernos laboratorios sociales sino semilleros de personas comprometidas con su entorno en todos los sentidos posibles y necesarios.

La administración educativa asume nuevos derroteros que van de la mano con los nuevos paradigmas de los procesos de aprendizaje, por virtud de los cuales las nuevas competencias y destrezas de los estudiantes deben ser, igualmente, competencias y destrezas de índole social. A eso se refiere, en buena medida, la institucionalidad como una herramienta para potenciar los espacios públicos, plenamente identificados con la necesidad de un desarrollo integral.

Los ideales universitarios no son otros sino los del progreso, el avance frontal de la ciencia, la educación, la cultura y el arte, por mencionar sólo algunos. Dichos ideales requieren de un constructo previo bien formulado y elaborado, pues su aterrizaje en el terreno de la realidad social sólo es posible con un sólido andamiaje teórico. Los ideales de hoy son la praxis del mañana. Esto se conecta con ese desarrollo integral referido con anterioridad que es, al mismo tiempo, un desarrollo humano.

Los esfuerzos y actitudes al interior de la Universidad deben proyectar la noción de ciudadanía que, indubitablemente, también se edifica desde los pasillos universitarios. Los nuevos ciudadanos que llegan a las aulas de los centros de estudios superiores, sin duda alguna, deben trabajar de manera frecuente en este proceso, pero esto es algo que nos corresponde a todos.

La identidad institucional y el sentido de pertenencia van codo a codo con la noción de desarrollo que se refería con antelación. Una institución que se observe a sí misma y se entienda en clave de futuro debe construir sentido de identidad. Tal elemento identitario debe procesarse de forma adecuada cuando se hable de las Universidades, considerando a éstas, según se decía con anterioridad, como aspecto celular de la vida colectiva. La Universidad es un espacio propicio para generar colectivos que contribuyan no sólo a la construcción del conocimiento científico sino a generar pasos agigantados en pos de un multiculturalismo que no deje de reivindicar el sentido de mexicanidad, teniendo en consideración el lugar que nos corresponde en el mundo, y al cual debe abrazar la juventud como punto de inflexión del todo relevante.

Entre las actitudes y los comportamientos en la Universidad hay una conexión necesaria con la democracia, porque del interior hay un reflejo hacia el exterior. La Universidad forma demócratas. Esa noción de democracia va tanto en el sentido formal como en el sentido sustancial, apuntando a una democracia de contenidos y de calidad que debe insuflarse desde los sitios universitarios.

La democracia como conjunto de reglas del juego relativas al quién, cómo y qué se decide, asume en los universitarios elementos clave para ponerse en práctica y no sólo reducirse a un mero recurso retórico como suele ocurrir en la clase política. Este talante democrático debe distinguir a los universitarios de cepa para analizar con rotundidad y enfáticamente las decisiones que sean más acertadas en un núcleo ciudadano.

Y es que la Universidad es ese entorno absolutamente propicio para generar una conciencia crítica que vaya en sintonía con los postulados del Estado constitucional y democrático de Derecho del siglo XXI, según se anotaba al inicio de la presente colaboración. Esos postulados no son otros sino la idea directriz de los derechos fundamentales y la dignidad humana como matriz de los mismos. Los derechos y la dignidad se asumen de forma robusta en la Universidad.

Para finalizar, es menester reconocer en los valores universitarios utensilios ad hoc para que la colectividad siga su camino de cara al futuro pero también al presente. La libertad, la igualdad, la tolerancia, el respeto y la multiculturalidad forman parte de una ecuación que permite llegar a una cuadratura del círculo. Tengamos esto en cuenta para seguir forjando la Universidad que necesitamos.

“La cultura es el ejercicio profundo de la identidad”.- Julio Cortázar

La administración educativa asume nuevos derroteros que van de la mano con los nuevos paradigmas de los procesos de aprendizaje, por virtud de los cuales las nuevas competencias y destrezas de los estudiantes deben ser, igualmente, competencias y destrezas de índole social.

En esta nueva entrega de “Universidad y ciudadanía” hablaremos sobre la noción de Universidad como institución pero igualmente como colectivo de ideales, esfuerzos, actitudes, comportamientos y valores que debe proyectarse hacia el futuro pero mirando siempre el presente.

Una Universidad que no trabaje en estos aspectos torales difícilmente podrá insertarse en la ruta de la globalización, el cosmopolitismo y el Estado constitucional y democrático de Derecho del siglo XXI. En definitiva, sólo las Universidades abiertas al tiempo y conscientes de su responsabilidad histórica pueden subsistir ante los retos que plantea la contemporaneidad.

La institucionalidad de una Universidad es fundamental en la configuración de la vida pública. Las Universidades hoy en día no sólo son modernos laboratorios sociales sino semilleros de personas comprometidas con su entorno en todos los sentidos posibles y necesarios.

La administración educativa asume nuevos derroteros que van de la mano con los nuevos paradigmas de los procesos de aprendizaje, por virtud de los cuales las nuevas competencias y destrezas de los estudiantes deben ser, igualmente, competencias y destrezas de índole social. A eso se refiere, en buena medida, la institucionalidad como una herramienta para potenciar los espacios públicos, plenamente identificados con la necesidad de un desarrollo integral.

Los ideales universitarios no son otros sino los del progreso, el avance frontal de la ciencia, la educación, la cultura y el arte, por mencionar sólo algunos. Dichos ideales requieren de un constructo previo bien formulado y elaborado, pues su aterrizaje en el terreno de la realidad social sólo es posible con un sólido andamiaje teórico. Los ideales de hoy son la praxis del mañana. Esto se conecta con ese desarrollo integral referido con anterioridad que es, al mismo tiempo, un desarrollo humano.

Los esfuerzos y actitudes al interior de la Universidad deben proyectar la noción de ciudadanía que, indubitablemente, también se edifica desde los pasillos universitarios. Los nuevos ciudadanos que llegan a las aulas de los centros de estudios superiores, sin duda alguna, deben trabajar de manera frecuente en este proceso, pero esto es algo que nos corresponde a todos.

La identidad institucional y el sentido de pertenencia van codo a codo con la noción de desarrollo que se refería con antelación. Una institución que se observe a sí misma y se entienda en clave de futuro debe construir sentido de identidad. Tal elemento identitario debe procesarse de forma adecuada cuando se hable de las Universidades, considerando a éstas, según se decía con anterioridad, como aspecto celular de la vida colectiva. La Universidad es un espacio propicio para generar colectivos que contribuyan no sólo a la construcción del conocimiento científico sino a generar pasos agigantados en pos de un multiculturalismo que no deje de reivindicar el sentido de mexicanidad, teniendo en consideración el lugar que nos corresponde en el mundo, y al cual debe abrazar la juventud como punto de inflexión del todo relevante.

Entre las actitudes y los comportamientos en la Universidad hay una conexión necesaria con la democracia, porque del interior hay un reflejo hacia el exterior. La Universidad forma demócratas. Esa noción de democracia va tanto en el sentido formal como en el sentido sustancial, apuntando a una democracia de contenidos y de calidad que debe insuflarse desde los sitios universitarios.

La democracia como conjunto de reglas del juego relativas al quién, cómo y qué se decide, asume en los universitarios elementos clave para ponerse en práctica y no sólo reducirse a un mero recurso retórico como suele ocurrir en la clase política. Este talante democrático debe distinguir a los universitarios de cepa para analizar con rotundidad y enfáticamente las decisiones que sean más acertadas en un núcleo ciudadano.

Y es que la Universidad es ese entorno absolutamente propicio para generar una conciencia crítica que vaya en sintonía con los postulados del Estado constitucional y democrático de Derecho del siglo XXI, según se anotaba al inicio de la presente colaboración. Esos postulados no son otros sino la idea directriz de los derechos fundamentales y la dignidad humana como matriz de los mismos. Los derechos y la dignidad se asumen de forma robusta en la Universidad.

Para finalizar, es menester reconocer en los valores universitarios utensilios ad hoc para que la colectividad siga su camino de cara al futuro pero también al presente. La libertad, la igualdad, la tolerancia, el respeto y la multiculturalidad forman parte de una ecuación que permite llegar a una cuadratura del círculo. Tengamos esto en cuenta para seguir forjando la Universidad que necesitamos.