/ viernes 3 de mayo de 2019

Izquierdas que sirvan

“Eficiencia es hacer las cosas bien; eficacia es hacer las cosas correctas”.- Peter Drucker

El triunfo -todo menos holgado, pero triunfo al fin y al cabo- del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) en las pasadas elecciones generales de la madre patria que tuvieron verificativo el domingo recién transcurrido representa, en buena medida, una excepción a la regla que se está poniendo de manifiesto en Europa en los últimos tiempos, en los cuales la derecha ha vuelto por sus fueros.

También ha ido consiguiendo importantes victorias en el panorama político del viejo continente, tal y como lo atestiguan Alemania, Francia, Austria, Holanda, República Checa o Bulgaria, por citar algunos países en donde prevalece actualmente ya sea la referida derecha en una versión más franca, o bien, una más aproximada al centro del espectro.

Al no obtener la mayoría absoluta, el PSOE buscará investir como presidente al actual mandatario Pedro Sánchez, luego de obtener 7.4 millones de votos y el 28.6% de los sufragios.

Para lo anterior necesitará aliarse con el también izquierdista y menos moderado Podemos, que aunque sufrió una debacle al irse hasta el cuarto lugar con un 11.95% de los votos, será crucial para que el PSOE forme gobierno. En el ya fragmentado escenario español, las tres derechas (Partido Popular, 16.7%, Ciudadanos, 15.86% y Vox, 10.26%) obtuvieron resultados relevantes pero que sumados son inferiores a los del bloque izquierdista.

La consecuencia es que España quizá tenga que integrar un gobierno de coalición, a lo que no están acostumbrados pero que es una tradición ya con bastante cuño a lo largo y ancho de Europa.

Sin embargo, como se decía al inicio del presente texto, el resultado del PSOE y Podemos constituye un desmarcaje de lo que ha ido sucediendo con regularidad últimamente. En América, recurriendo al dicho popular de nuestro país, no cantamos mal las rancheras, pues el avasallador éxito obtenido el año pasado por el hoy presidente Andrés Manuel López Obrador pareció quebrar el viraje al conservadurismo que se había estado dando en la región, según lo constatan los gobiernos derechistas de, por ejemplo, Estados Unidos, Argentina, Brasil, Perú o Guatemala, algunos de ellos más reaccionarios, radicales y xenófobos que los demás.

Es complicado explicar por qué la gente en Occidente ha dejado de tener confianza en los programas sociales de la izquierda, presuntamente configurados como proyectos políticos liberales e igualitarios que reduzcan las brechas entre ricos y pobres a través de un crecimiento económico sostenido.

Lo cierto es que el mediocre crecimiento económico ha sido una constante en los mismos, lo cual se complementa con la emergencia de populismos y nacionalismos exacerbados que no sólo niegan sino que combaten ferozmente el paradigma multicultural y cosmopolita.

Por eso es que llama la atención que en España y México, naciones con sectores conservadores amplios, se haya producido la excepción a este camino firme cimentado por los políticos y las políticas de derecha. Surge entonces la interrogante: ¿Qué tipo de izquierda debe ser reivindicada para que el mapa geopolítico global pueda rearmarse y que la batería de políticas sociales que históricamente debería ofrecerse desde esa ala ideológica sea más atractiva para el electorado que el proteccionismo y el aislamiento?

Responder a este cuestionamiento por supuesto que no es fácil, amén de que ya no es posible hablar de una sola izquierda o de una sola derecha plenamente definidas, por la expansión del abanico ideológico en todas sus dimensiones.

Además de esa batería de medidas sociales, la izquierda debe hacer suya la agenda feminista, la agenda ecológica, la agenda de la vivienda digna y decorosa, la agenda de la educación de calidad que ponga a los estudiantes como epicentro y, en general, la agenda contrahegemónica y desde abajo que impida el avance de los poderes fácticos o poderes salvajes, como los llama Luigi Ferrajoli, en detrimento del gran grueso social. Tales poderes pueden avasallar, cual kraken mitológico, el progreso civilizatorio, con todo lo que ello implica.

España y México deben mostrar y demostrar una cosa concreta: Que la izquierda puede servir, ser eficaz y ser funcional para las demandas de la ciudadanía. Desearle que le vaya bien a los gobiernos de España y México es desearle que le vaya bien a los países por entero, por lo que más allá de nuestra adscripción o filiación ideológica, debemos ser participantes activos de la vida democrática y fungir como un contrapeso crítico ante los desfases autoritarios que se pudieran llegar a presentar.

La idea, al final de cuentas, debe ser tener izquierdas que sirvan a los intereses genuinamente sociales y socialmente genuinos. Izquierdas, en todo caso, ciudadanizadas.

“Eficiencia es hacer las cosas bien; eficacia es hacer las cosas correctas”.- Peter Drucker

El triunfo -todo menos holgado, pero triunfo al fin y al cabo- del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) en las pasadas elecciones generales de la madre patria que tuvieron verificativo el domingo recién transcurrido representa, en buena medida, una excepción a la regla que se está poniendo de manifiesto en Europa en los últimos tiempos, en los cuales la derecha ha vuelto por sus fueros.

También ha ido consiguiendo importantes victorias en el panorama político del viejo continente, tal y como lo atestiguan Alemania, Francia, Austria, Holanda, República Checa o Bulgaria, por citar algunos países en donde prevalece actualmente ya sea la referida derecha en una versión más franca, o bien, una más aproximada al centro del espectro.

Al no obtener la mayoría absoluta, el PSOE buscará investir como presidente al actual mandatario Pedro Sánchez, luego de obtener 7.4 millones de votos y el 28.6% de los sufragios.

Para lo anterior necesitará aliarse con el también izquierdista y menos moderado Podemos, que aunque sufrió una debacle al irse hasta el cuarto lugar con un 11.95% de los votos, será crucial para que el PSOE forme gobierno. En el ya fragmentado escenario español, las tres derechas (Partido Popular, 16.7%, Ciudadanos, 15.86% y Vox, 10.26%) obtuvieron resultados relevantes pero que sumados son inferiores a los del bloque izquierdista.

La consecuencia es que España quizá tenga que integrar un gobierno de coalición, a lo que no están acostumbrados pero que es una tradición ya con bastante cuño a lo largo y ancho de Europa.

Sin embargo, como se decía al inicio del presente texto, el resultado del PSOE y Podemos constituye un desmarcaje de lo que ha ido sucediendo con regularidad últimamente. En América, recurriendo al dicho popular de nuestro país, no cantamos mal las rancheras, pues el avasallador éxito obtenido el año pasado por el hoy presidente Andrés Manuel López Obrador pareció quebrar el viraje al conservadurismo que se había estado dando en la región, según lo constatan los gobiernos derechistas de, por ejemplo, Estados Unidos, Argentina, Brasil, Perú o Guatemala, algunos de ellos más reaccionarios, radicales y xenófobos que los demás.

Es complicado explicar por qué la gente en Occidente ha dejado de tener confianza en los programas sociales de la izquierda, presuntamente configurados como proyectos políticos liberales e igualitarios que reduzcan las brechas entre ricos y pobres a través de un crecimiento económico sostenido.

Lo cierto es que el mediocre crecimiento económico ha sido una constante en los mismos, lo cual se complementa con la emergencia de populismos y nacionalismos exacerbados que no sólo niegan sino que combaten ferozmente el paradigma multicultural y cosmopolita.

Por eso es que llama la atención que en España y México, naciones con sectores conservadores amplios, se haya producido la excepción a este camino firme cimentado por los políticos y las políticas de derecha. Surge entonces la interrogante: ¿Qué tipo de izquierda debe ser reivindicada para que el mapa geopolítico global pueda rearmarse y que la batería de políticas sociales que históricamente debería ofrecerse desde esa ala ideológica sea más atractiva para el electorado que el proteccionismo y el aislamiento?

Responder a este cuestionamiento por supuesto que no es fácil, amén de que ya no es posible hablar de una sola izquierda o de una sola derecha plenamente definidas, por la expansión del abanico ideológico en todas sus dimensiones.

Además de esa batería de medidas sociales, la izquierda debe hacer suya la agenda feminista, la agenda ecológica, la agenda de la vivienda digna y decorosa, la agenda de la educación de calidad que ponga a los estudiantes como epicentro y, en general, la agenda contrahegemónica y desde abajo que impida el avance de los poderes fácticos o poderes salvajes, como los llama Luigi Ferrajoli, en detrimento del gran grueso social. Tales poderes pueden avasallar, cual kraken mitológico, el progreso civilizatorio, con todo lo que ello implica.

España y México deben mostrar y demostrar una cosa concreta: Que la izquierda puede servir, ser eficaz y ser funcional para las demandas de la ciudadanía. Desearle que le vaya bien a los gobiernos de España y México es desearle que le vaya bien a los países por entero, por lo que más allá de nuestra adscripción o filiación ideológica, debemos ser participantes activos de la vida democrática y fungir como un contrapeso crítico ante los desfases autoritarios que se pudieran llegar a presentar.

La idea, al final de cuentas, debe ser tener izquierdas que sirvan a los intereses genuinamente sociales y socialmente genuinos. Izquierdas, en todo caso, ciudadanizadas.