/ domingo 5 de septiembre de 2021

Un final esperado nada esperado

Mientras que Estados Unidos vive un Vietnam 2.0, los afganos experimentan un éxodo de alrededor de 2.2 millones de personas en su Estado fallido. En menos de 10 días el control Talibán se ha esparcido a lo largo de distintas provincias y fronteras de Afganistán con todos sus países vecinos levantando banderas rojas a la comunidad internacional. Como bien se había tomado la decisión de retirar las tropas del país, desde la administración Obama, hoy el presidente de Estados Unidos, Joe Biden se enfrenta a una situación que se le ha salido de los alcances de su política exterior y, al mismo tiempo, el bienestar afgano se retira de la mesa de manera definitiva.

Por un lado, el equipo militar de Estados Unidos se apresuró a sacar a su personal diplomático fuera de lo que hoy se parece en gran medida a Vietnam en 1973 o Irán en 1981. Se repite la historia, pero sobretodo, la resistencia a Occidente desde un resentimiento al imperialismo de Estados Unidos. Incluso, mismos miembros del ejército afgano se han visto en la forzosa necesidad de huir de país debido a la fuerza que ha ganado el Talibán. Al parecer los soldados afganos “bien entrenados” por Estados Unidos tampoco pudieron evitar que la tormenta Talibán arrasara con los planes de la guerra contra el terrorismo.

En vista de esto, millones de afganos se ven obligados a huir de su país con tan sólo un maletín y la ropa que traen puesta. La desesperada huida del Talibán se ha materializado en largas filas de civiles en el aeropuerto de Kabul y en una latente crisis humanitaria. Biden ha dicho que la principal preocupación era sacar en cuanto antes al mayor número de afganos posibles y se adaptó a la fecha límite de evacuación, que fue el 31 de agosto y sin ánimos de aplazarla más.

Por otro lado, unos han argumentado que el retiro de tropas es un error de principiante por parte de Biden y otros tampoco se han reservado a decir que no importa en cuántos años las tropas estadounidenses hubieran abandonado Afganistán, éste era el final esperado. Trump, expresidente de Estados Unidos, ha dicho que ésta ha sido una de las peores humillaciones para el país, calificando a Biden como un mal tomador de decisiones para política exterior del país. Biden, por otro lado, ha dicho que esta decisión se había tomado desde la última administración y que no se compara ni en lo más mínimo a Vietnam. El mandatario ha aclarado que la diferencia recae en que las consecuencias políticas no son las mismas, pues Vietnam creó una república alineándose al comunismo, mientras que Afganistán cae en un Estado prácticamente inexistente y terrorista.

De esta manera, mientras que figuras como Trump, Biden y miembros del gabinete juegan a apuntarse con el dedo sobre quién tuvo la culpa de lo que está pasando, en Rusia y China hay sonrisas y en el rostro de los afganos, lo contrario. Si existe al menos un escenario claro de lo que hoy pasa en Afganistán, es el sufrimiento por el que la población atraviesa. Evidentemente no es el territorio lo que dejan meramente, sino su cultura, su perspectiva de vida construida durante estos 20 años y los sueños que alguna vez creyeron posibles en su país. Bilal Sarwary, periodista afgano, describe el éxodo del 22 de agosto como “una masacre a mis sueños y aspiraciones”.

Definitivamente, esta situación en Afganistán era un final esperado nada esperado. Los afganos entre balas y tanques, entre la neblina de escombros y las cenizas de los fallecidos no perdían la esperanza de ver un Afganistán donde pudieran “cumplir sus sueños”, no uno fantasma. Un Afganistán con afganos, un Afganistán que pudieran llamar hogar.

*Estudiante de Relaciones Internacionales en la Universidad Anáhuac en la Ciudad de México.

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