/ sábado 27 de febrero de 2021

Pensar la vacuna como bien global

La visita del presidente de Argentina, Alberto Fernández, a México en días pasados, merece un examen desde una multiplicidad de aspectos.

Empezando por dilucidar si ello representa la conformación de un bloque de izquierda latinoamericana entre el kirchnerismo y la llamada “Cuarta Transformación” empujada por Andrés Manuel López Obrador, a pesar de que en el papel se antoje algo complicada la convergencia ideológica de dos bloques políticos con diferencias marcadas en elementos puntuales de sus programas de gobierno.

En esta ocasión, sin embargo, interesa rescatar una sugerente propuesta que lanzó Fernández en su visita de Estado, consistente en un llamado a nuestro país para que se sume a la declaratoria de la vacuna Covid-19 como “bien global”. Tal idea, peregrina para algunos sectores, al menos merece ser discutida. Al decir de este político bonaerense, este concepto ha sido trabajado con Francia y será presentado en el seno del G-20 en próximas fechas.

Al menos en teoría, el proyecto busca universalizar la producción y el acceso a la vacuna, insuflando justicia y equidad, pues dicho sea de paso, el acaparamiento en las dosis ha sido criticado por parte de la comunidad internacional, sobre todo los países en vías de desarrollo y los más marginados.

De por medio en todo el asunto están sin duda los intereses de los grandes consorcios farmacéuticos globales, que en su mayoría tendrían legítimas intenciones y aspiraciones de capitalizar sus significativas inversiones de recursos económicos, humanos y de otra índole en el tema.

En este sentido, el enorme e incansable rol que han desempeñado los equipos médicos y científicos en laboratorios, Universidades y otros ámbitos no puede pasar desapercibido cuando se trace una idea de este calibre; debe ser reconocido literalmente.

Claro está que el mandatario argentino tiene que lidiar con los problemas de vacunación suscitados al interior de nuestra hermana nación sudamericana, pues de lo contrario su propuesta pudiera sonar más bien a apagafuegos. Como es bien sabido por la opinión pública, tuvo verificativo por allá un escándalo por la inmunización de personajes influyentes, lo cual incluso ocasionó la salida del ministro de Salud. Con todo y ello, no se le resta valor al planteamiento.

En efecto, lo lanzado al aire por el presidente Fernández debe sopesarse desapasionadamente. Desde luego, habrá en el proceso numerosos inconvenientes relacionados con las patentes y la propiedad intelectual, pero por un esfuerzo tan titánico como éste, que además redundaría en beneficios palpables para la humanidad en su conjunto, bien valdría la pena solucionar los posibles vericuetos legales y lograr un conocimiento conjunto, progresista y de avanzada cuyo soporte y pilar esencial sea la solidaridad, postulado básico que debe fomentarse a escala planetaria.

En cualquier caso, los procesos de generación de la vacuna -que desde luego busca inmunizar a las personas contra el virus Sars-Cov-2 y contrarrestar con ello aunque sea en alguna medida los efectos de la primera gran pandemia del nuevo milenio- deben ser reivindicados como triunfos y conquistas de la medicina moderna, la investigación científica y un aspecto positivo de lo que implica compartir las mejores prácticas, avances y descubrimientos en tiempos de globalización -retomando ese aspecto solidario mencionado líneas atrás-.

El nuevo coronavirus, queda más que claro, no será la última crisis sanitaria, por lo que resulta más que importante contar con un sentido claro de la anticipación de cara a las enfermedades que vendrán.

Observar no sólo ésta sino todas las vacunas como bienes globales, con un programa de acción bien diseñado y ejecutado, podría ir en sintonía con la democracia sanitaria, el derecho a la vida y el derecho a la protección de la salud, cuestiones que al final del día son de una trascendencia absolutamente indubitable.

La visita del presidente de Argentina, Alberto Fernández, a México en días pasados, merece un examen desde una multiplicidad de aspectos.

Empezando por dilucidar si ello representa la conformación de un bloque de izquierda latinoamericana entre el kirchnerismo y la llamada “Cuarta Transformación” empujada por Andrés Manuel López Obrador, a pesar de que en el papel se antoje algo complicada la convergencia ideológica de dos bloques políticos con diferencias marcadas en elementos puntuales de sus programas de gobierno.

En esta ocasión, sin embargo, interesa rescatar una sugerente propuesta que lanzó Fernández en su visita de Estado, consistente en un llamado a nuestro país para que se sume a la declaratoria de la vacuna Covid-19 como “bien global”. Tal idea, peregrina para algunos sectores, al menos merece ser discutida. Al decir de este político bonaerense, este concepto ha sido trabajado con Francia y será presentado en el seno del G-20 en próximas fechas.

Al menos en teoría, el proyecto busca universalizar la producción y el acceso a la vacuna, insuflando justicia y equidad, pues dicho sea de paso, el acaparamiento en las dosis ha sido criticado por parte de la comunidad internacional, sobre todo los países en vías de desarrollo y los más marginados.

De por medio en todo el asunto están sin duda los intereses de los grandes consorcios farmacéuticos globales, que en su mayoría tendrían legítimas intenciones y aspiraciones de capitalizar sus significativas inversiones de recursos económicos, humanos y de otra índole en el tema.

En este sentido, el enorme e incansable rol que han desempeñado los equipos médicos y científicos en laboratorios, Universidades y otros ámbitos no puede pasar desapercibido cuando se trace una idea de este calibre; debe ser reconocido literalmente.

Claro está que el mandatario argentino tiene que lidiar con los problemas de vacunación suscitados al interior de nuestra hermana nación sudamericana, pues de lo contrario su propuesta pudiera sonar más bien a apagafuegos. Como es bien sabido por la opinión pública, tuvo verificativo por allá un escándalo por la inmunización de personajes influyentes, lo cual incluso ocasionó la salida del ministro de Salud. Con todo y ello, no se le resta valor al planteamiento.

En efecto, lo lanzado al aire por el presidente Fernández debe sopesarse desapasionadamente. Desde luego, habrá en el proceso numerosos inconvenientes relacionados con las patentes y la propiedad intelectual, pero por un esfuerzo tan titánico como éste, que además redundaría en beneficios palpables para la humanidad en su conjunto, bien valdría la pena solucionar los posibles vericuetos legales y lograr un conocimiento conjunto, progresista y de avanzada cuyo soporte y pilar esencial sea la solidaridad, postulado básico que debe fomentarse a escala planetaria.

En cualquier caso, los procesos de generación de la vacuna -que desde luego busca inmunizar a las personas contra el virus Sars-Cov-2 y contrarrestar con ello aunque sea en alguna medida los efectos de la primera gran pandemia del nuevo milenio- deben ser reivindicados como triunfos y conquistas de la medicina moderna, la investigación científica y un aspecto positivo de lo que implica compartir las mejores prácticas, avances y descubrimientos en tiempos de globalización -retomando ese aspecto solidario mencionado líneas atrás-.

El nuevo coronavirus, queda más que claro, no será la última crisis sanitaria, por lo que resulta más que importante contar con un sentido claro de la anticipación de cara a las enfermedades que vendrán.

Observar no sólo ésta sino todas las vacunas como bienes globales, con un programa de acción bien diseñado y ejecutado, podría ir en sintonía con la democracia sanitaria, el derecho a la vida y el derecho a la protección de la salud, cuestiones que al final del día son de una trascendencia absolutamente indubitable.